Enciclopedia » Literatura y Cine » 'Almas de metal': ¿todo bajo control?

'Almas de metal': ¿todo bajo control?

Westworld Almas de metal 1973

Tenemos vacaciones para ti... donde nada puede salir mal... [Imagen: fotograma de la película]

Si no hace mucho escribíamos sobre la distópica Soylent Green, en esta ocasión lo haremos sobre otra película que nos planteaba allá por 1973 un escenario donde las futuras vacaciones de los seres humanos serían en compañía de otros semejantes, pero con almas de metal. Precisamente así, Almas de metal, fue como se tradujo en España el film Westworld, cuyo año de estreno coincide curiosamente con el de Soylent Green.

Almas de metal está dirigida por un Michael Crichton entonces bastante desconocido, pero que en 1990 arrasaría en ventas y popularidad gracias a su novela Parque Jurásico, que sería la base de la saga del mismo nombre llevada a la gran pantalla. En cuanto a la trama, una empresa ofrece a los protagonistas de la película tres parques temáticos donde pasar sus vacaciones: Antigua Roma, Edad Media o el salvaje Oeste. Es en este último donde recalarán el par de amigos que coprotagonizan el film, encarnados por James Brolin y Richard Benjamin, quienes se toparán con un tercer protagonista, Yul Brynnner, en el papel de una máquina con apariencia humana que ha sido programada por los técnicos de la compañía como, y nunca mejor dicho, el malo de la película. Aunque se trata de un parque de atracciones, sus turistas vivirán y se enfrentarán con escenas de la vida real, tan reales como las balas que llevan en sus revólveres. Todo está preparado para que los visitantes salgan indemnes de cualquier lance, y sólo los humanoides sufran los posibles daños. Claro que, siempre puede fallar algo...

Estamos ante una de las últimas interpretaciones en el celuloide de un Yul Brynner que recuerda, al menos por su indumentaria y el rol de pistolero, al de Los Siete Magníficos. Y aunque parece que Crichton quiso en su película, al menos con el personaje de Brynner, hacer un pequeño guiño a la dirigida por John Sturges 13 años antes, la comparación en otros aspectos, fuera del atuendo, no tiene razón de ser.

La mano creadora

La empresa que dirige el parque temático no ha escatimado en detalles para que la experiencia de sus clientes apenas difiera de las situaciones que se daban en la vida real en cada una de las tres épocas objeto de su oferta. Así, es prácticamente imposible para los turistas distinguir a sus compañeros de vacaciones de los robots con los que interactúan. Sin embargo, hay un pequeño detalle que los expertos que construyen y reparan las máquinas no han perfeccionado del todo: sus manos. ¿Acaso nos está sugiriendo el director que las manos de los falsos humanos son tan imperfectas como las de los verdaderos? Y desde una óptica espiritual y religiosa, ¿estará trasladando el mensaje de que desafiar a la Mano de la Creación por parte de seres humanos que se atribuyen la función creadora tendrá funestas consecuencias?

Como se podrán imaginar, todo marcha bien hasta que los androides parecen estar aprendiendo con sus rutinas diarias de interacción con humanos -inteligencia artificial-, lo que unido a las continuas reparaciones por los daños derivados del uso de las armas, que terminan provocando ciertos desajustes, hace que se vaya conformando un caldo de cultivo que desembocará en la esperada situación por parte del espectador donde todo parece estar fuera de control.

Así pues, Crichton parece estarnos advirtiendo de lo peligroso que para el ser humano resulta jugar a ser dioses o directamente creerse como tales. Lo cual también puede verse de forma diáfana en Parque Jurásico con la ingeniería genética.

Como anécdota, apuntar que Westworld fue la primera película en utilizar imágenes generadas por ordenador en dos dimensiones. Su secuela, Futureworld (1976), sería también la primera en hacerlo en tres dimensiones, y sería además el último film en el que aparecería, haciendo un cameo, Yul Brynner.

Viendo la preocupante etapa de deshumanización que nos parece estar asolando desde hace tiempo, cabe preguntarse si quienes hoy en día juegan a serlo o se creen dioses conciben el mundo con un gran parque temático donde un alma de metal acabe siendo denominador común no sólo de las máquinas, sino de los propios seres humanos...