Recientemente nuestro amigo Edu tenía una conversación espontánea y sincera con un padre que el día de su casual encuentro se encontraba disfrutando de su escaso tiempo libre haciendo una ruta en bicicleta de montaña. Eran ya las últimas horas de sol del día cuando Edu se encontraba visitando y haciendo fotos en un yacimiento arqueológico. El inesperado ciclista hizo acto de presencia, se saludaron, y cuando ya parecía que se marchaba tras inspeccionar aquellos restos de épocas bien pretéritas, pidió amablemente a Edu si podía hacerle una foto con el monumento a su espalda, petición a la cual nuestro amigo accedió sin dudarlo. Tras tomar la instantánea, Edu comentó que debía retornar sin perder tiempo al lugar donde había dejado su coche, pues el atardecer pronto comenzaría a ser noche y ambos debían abandonar aquel lugar en pleno monte. No sabemos si tuvo que ver el hecho de tener que caminar en solitario todavía entre 4 y 5 kilómetros, pero el caso es que el hombre de la bicicleta se apeó de ella y decidió acompañarlo. Si bien era la primera vez que coincidían, comenzaron una animada e interesante conversación, pues lejos de caer en los tópicos de estas situaciones, abordaron temas que realmente nos preocupan como seres humanos... hasta el punto de hablar de una especie de reeducación social que avanza sigilosamente...
A mitad de camino, aproximadamente, un perro que cuidaba de un rebaño de ovejas les salió al paso a lo lejos, y empezó a ladrar. Curioso, qué casualidad, pues parecería los estaba increpando por su conversación. Obviamente, estaba haciendo su trabajo ante la presencia de extraños. Pero, ¿por qué decimos en sentido figurado que los podría estar increpando por su diálogo? Es que justo en ese punto del trayecto estaban debatiendo sobre el adoctrinamiento que ya se da, y que se pretende intensificar, en las aulas escolares con nuestros pequeños. Y es aquí donde no pocos padres y madres -él parecía tenerlo claro en este sentido- asocian el adoctrinamiento de manera casi exclusiva con las ideas de un determinado partido político, es decir, temen que a sus hijos se los oriente para que el día de mañana voten a una opción determinada.
Analfabetismo con título
En cambio, el asunto va mucho más allá de las urnas, pues lo que realmente se pretende es condicionar y, para quienes se resistan, reconducir comportamientos y conductas, relevando gradualmente el rol de los progenitores, quienes ven cómo la educación de sus más preciados tesoros queda en manos del Estado o, mejor dicho, de las estructuras en él enraizadas y que lo manejan, como son los partidos políticos, quienes desde hace más de 40 años en España han sido incapaces -más bien no les ha interesado- de llevar a cabo un pacto educativo serio y duradero, en el que el fomento del pensamiento crítico, autónomo e independiente sea la base de la educación. Les ha interesado, en cambio, que las escuelas, institutos y universidades sean nidos de personas con conocimientos sobre determinadas materias... pero que nunca lleguen a poner el sistema en cuestión. Es decir, se puede ser un brillante médico, arquitecto, abogado o periodista en el desenvolvimiento de la práctica profesional, pero un completo analfabeto a la hora de percatarse de las mentiras sobre las que el sistema en el que viven se asienta. Pues bien, ahora quieren añadir a este analfabetismo con título, y de forma paralela y quizás con mayor intensidad, el adoctrinamiento para que el modelo de persona ideal coincida con la idea de persona trazada por quienes manejan el Estado.

Resultado: los padres pierden el vínculo fuerte, las riendas de la educación de sus hijos al caer en manos de un sistema educativo que, curiosamente, le dice al alumnado no sólo cómo ha de ser y comportarse, sino que dicho alumnado es utilizado para reconducir la conducta de sus progenitores. Así las cosas, Papá Estado no sólo adoctrina a los más pequeños, sino que estos acaban reeducando a sus propios padres. ¿Por qué decimos esto? Volviendo a la conversación entre Edu y su acompañante ciclista, éste le comentaba que con cierta frecuencia sus hijos llevan a casa, por encargo de sus profesores, una serie de encuestas que, por el tipo de preguntas planteadas -como el reparto de tareas en el hogar, por ejemplo-, parten ya con un claro sesgo negativo o contrario hacia el rol del hombre, el cual, de acuerdo con su pareja, puede tener ya perfectamente superados esos problemas que dichas encuestas plantean como algo generalizado, sugiriendo por cómo están diseñadas que afecta a la mayor parte de la sociedad, cuando no es así.
Inclusivos en teoría, exclusivos en la práctica
No olviden que por esos partidos que en España son estructuras del Estado pululan y deambulan políticos que no pisan la calle -salvo para acciones en provecho propio-, desconociendo por tanto la realidad. Eso sí, aunque viven en un mundo paralelo y se les llena la boca a la hora de defender y promocionar la sanidad y la educación públicas, tengan siempre presente que cuando de ellos mismos o de sus seres queridos se trata, no dudan ni lo más mínimo en recurrir no sólo al sistema privado, sino dentro del mismo, a instituciones y centros exclusivos. Sí, por muy inclusivo que quieran hacer parecer todo a su alrededor. Quédense con esa palabra: exclusivo; porque en este terreno es donde ellos realmente se mueven.
¿Cómo van a ser capaces de regenerar un sistema putrefacto sus putrefactas estructuras? Ya pueden venir cien mil partidos emergentes con las mejores intenciones. El problema reside en que los partidos políticos no pueden ser estructuras básicas del Estado.
"... y de los hombres también"
Acabaremos estas líneas con una par de anécdotas que el padre ciclista le contó a nuestro amigo antes de poner fin a su trayecto y despedirse. Comenzó diciendo que un día estaba tratando de explicar a sus dos hijos varones cómo lavarse correctamente las manos -él trabaja en un hospital-, cuando uno de ellos rápidamente le salió al paso para precisarle que de ese modo se derrochaba mucha agua. Por otro lado, y con motivo de un acto en la calle para conmemorar el Día de la Mujer y al que asistió con su familia, la persona que leía un manifiesto lo terminó diciendo algo así como que hay que seguir luchando por los derechos de la mujer, a lo que uno de sus dos hijos, de 4 años, elevó la voz espontáneamente para añadir "y de los hombres también". Cuenta su padre que se hizo el silencio entre unas pocas risas forzadas e incómodas.
¿No sería todo más fácil si conmemorásemos el Día del Ser Humano? Quizás ya lo hacemos en nuestro día a día, sin necesidad de enfrentamientos estériles, afrontando esa batalla diaria que es la vida.