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¿Es el Partenón un montón de piedras?

Partenón Acrópolis Grecia

En ocasiones, tras un montón de piedras, se puede llegar a ocultar una relación armónica sin parangón. [Imagen: LPDS/Wombo Art]

¿Es el Partenón un montón de piedras? Menuda pregunta, así, a bote pronto, cuando quien te la hace es alguien dotado de una extraordinaria y brillante capacidad intelectual, y cuando quien ha de responderla contaba entonces con apenas 14 años... y una extraordinaria y nada brillante ignorancia... pese a dominar de cabo a rabo todos los principales ríos y sus afluentes, cordilleras, países y sus capitales de los cinco continentes... y hasta incluso los elementos de la tabla periódica.

La extraña pregunta formaba parte de un examen de Historia de 1º de lo que, allá en las postrimerías de la década de 1980, era conocido como B.U.P. (Bachillerato Unificado Polivalente), y al que el alumnado solía referirse con sorna como Burros Unidos Pastando, lo cual a veces no dejaba de encajar con quienes no dejábamos de hacer gala, con ostentación y alevosía, de cierto grado de asilvestramiento. No fuimos pocos en el aula quienes nos mirábamos desconcertados ante aquella pregunta... ¿qué se habría bebido o fumado nuestro profesor? -llegamos a pensar.

Aquella forma no al uso de interrogar por las características de una de las más emblemáticas construcciones de la antigüedad no pretendía otra cosa que, al margen del conocimiento concreto que cada uno de nosotros pudiese tener sobre el estilo dórico en la antigua Grecia, ser el abrelatas de unas mentes, en su mayoría, carentes de lo más importante y que debería estar en la base de cualquier sistema educativo: el fomento del pensamiento crítico, autónomo, independiente, simplemente se trataba de pensar por nosotros mismos. Aquella pregunta inocente y chachonda no dejaba de esconder una sólida intención cuando la mayoría estábamos a punto de regurgitar el atracón al que habíamos sometido nuestra memoria la noche anterior.

A algunos esa pregunta nos dejaría un recuerdo imborrable. Fue todo un torpedo en la línea de flotación de un sistema educativo que sacrificaba el pensamiento crítico por la memorización; conocimiento al peso. Al hacedor de la extraña pregunta tendríamos la fortuna de seguir en cursos posteriores, gracias a la asignatura de Filosofía. Él nunca se conformó ni pretendió brindarnos conocimiento al peso. Cada paso que daba en sus divertidas clases no era sino una invitación a la reflexión, a hacerse preguntas, a perforar nuestras duras cabezas con la sabiduría de quien gozaba de un privilegiado intelecto y de quien disfrutaba compartiendo su conocimiento. Todo ello amenizado con un fantástico arsenal de chistes, de los que él mismo se reía al tiempo que los contaba. Fuimos, sin saberlo, sin ser plenamente conscientes de ello, sin llegar a comprenderlo del todo, unos privilegiados al tener a nuestro alcance su maestría.

Estoy seguro de que el bueno de Don Felipe, así se llamaba, ha debido encontrar su Academia, donde día a día disfruta entre grandes pensadores y desde donde nos tiene preparadas un sinfín de preguntas raras... Gracias por hacernos pensar. Aunque a buen seguro habrá encontrado difíciles respuestas, no menos cierto es que nuevas preguntas seguirán rondando en su cabeza.

Y tras esta breve intruducción, ahora sí, vamos con lo que se supone debimos responder en aquel examen... si bien estoy convencido de que la respuesta a dicha pregunta podría haberse reducido a una simple y certera línea, que hubiese obtenido la máxima calificación posible. Veamos pues, desde el punto de vista del conocimiento al peso, si el Partenón fue o no el montón de piedras que quedan en pie o desperdigadas a su alreadedor.

De Templo de la Sabiduría... a polvorín

En el grandioso conjunto de la Acrópolis de Atenas en Grecia se yergue la mole del Partenón, templo que dedicaron los atenienses a Atenea Partenos (parthenos significa «Virgen» en griego), diosa de la sabiduría y las artes, y protectora de Atenas. Se empezó a construir en el 447 a. C. y se terminó antes del 431 a. C. Posteriormente, el edificio corrió diversas suertes: fue iglesia cristiana en el siglo V y mezquita después de que, en 1458, los turcos conquistaron la ciudad; en 1687, durante el sitio veneciano, una bomba acertó en el polvorín que los turcos habían establecido en él y el estallido perjudicó mucho al monumento. Además, le despojaron de sus esculturas. Lord Elgin arrebató muchas, entre 1801 y 1812, que se hayan en el British Museum. A pesar de estos descalabros, el Partenón es uno de los templos dóricos mejor conservados y uno de los ejemplos más excelentes del arte helénico.

Acrópolis Partenón Grecia
Vista de la meseta donde se asientan los monumentos de la Acrópolis, de entre los que el Partenón sigue dominando la escena.

A su realización están ligados dos personajes que sobresalen en la historia griega: Pericles, que encargó su construcción a los arquitectos Calícrates e Ictino, y Fidias, el gran escultor que tuvo la dirección de la misma. El templo es períptero, esto es, tiene columnas en todos sus lados, y octástilo, con 8 columnas en la fachada; mide 69,5 x 30,86 m y es casi por completo de mármol pentélico, es decir, obtenido en un monte del Ática, llamado hoy Mendeli y antiguamente Pentélico. Muy blanco al principio, ha adquirido a lo largo de los siglos un espléndido color dorado, que se enrojece a la puesta de sol, lo que crea un efecto extraordinariamente hermoso. El templo consta de un pronaos (vestíbulo anterior), un opistódomo (vestíbulo posterior) y un espacio interior, formado por el naos, o santuario, en el cual se entra desde el pronaos, y un espacio llamado propiamente Partenón, en el que se guardaban los objetos relacionados con el culto a la diosa, al cual se llega desde el opistódomo.

En el santuario, consistente en una nave principal y dos menores, había una gran estatua de oro y marfil de la diosa Atenea, hoy perdida, de la cual existen sólo algunas reproducciones mediocres. Sobre las columnas dóricas que separaban la nave del santuario se apoyaban otras que sostenían la techumbre del templo, compuesta, posiblemente, de vigas de madera. Las 46 columnas que rodean el templo tienen la esbeltez propia de la arquitectura dórica del período clásico: miden 10,40 m de altura y concluyen en un capitel que acentúa su arranque hacia lo alto.

Arte en movimiento, la impronta de Fidias y sus discípulos

El Partenón estaba decorado con bajorrelieves, obra muchos de ellos de Fidias: en el frontón principal se representaba el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus y, en el que corresponde al opistódomo, la disputa de Atenea y Poseidón por la posesión del Ática; de las esculturas del frontón principal quedan reconstrucciones, y del segundo, algunos fragmentos. Noventa y dos métopas, obra de los alumnos de Fidias, representaban la contienda de los centauros y los lapitas. Quince de estos bajorrelieves se custodian en el British Museum, y 41 siguen en el monumento, aunque están muy deteriorados.

En la parte exterior de las paredes que delimitaban el espacio interno del templo había un friso, de 153 metros de largo y 1 m de alto, atribuido a Fidias, el cual representaba la procesión de las Panateneas, que se celebraba en Atenas cada cuatro años en honor de la diosa. Unos 75 m de este friso se conservan en el British Museum. La procesión de las Panateneas se retrata en su ritmo mesurado, con la sucesión de grupos y figuras; pero inesperados elementos dinámicos, como el de los caballos encabritados o el de los grupos de jinetes, le confieren animación y vida.

Relación armónica

El Partenón, al presente casi desnudo de esculturas, no logra transmitir el mensaje que, gracias a la relación armónica de los elementos arquitectónicos y escultóricos, debía de comunicar en la época de su construcción. Hoy se aprecia su fascinación especialmente a causa del excepcional ambiente urbanístico que presenta en la Acrópolis, en donde se construyó. Esta es ahora un amplio espacio plano a 150 metros sobre el nivel del mar, el cual se llega por una escalinata, a través de los Propileos, construcción incompleta en forma de pórtico, que proyectó el arquitecto Mnesicles en estilo jónico y empezada por voluntad de Pericles en 448 a. C.

Más allá de los Propileos, a la derecha en el lado meridional de la Acrópolis, se levanta la masa del Partenón, al que sirven de contrapunto, a la izquierda los restos del Erecteón, edificio de estilo jónico, del que es muy conocida la galería de las Korai, o Cariátides, que lo acaba en el lado que mira al Partenón. El arquitecto Filocles lo empezó después de 421 a. C. y no fue completado hasta muchos años después.

Acrópolis Cariátides Grecia
Galería de las Cariátides.

El Erecteón ateniense es uno de los ejemplos de la irregularidad que se observa en ciertos templos griegos. Concentraba a diferentes niveles los santuarios de Atenea Polias y de Poseidón Erecteo, considerados tanto una como otro fundadores de la ciudad. Constaba de dos galerías, aparte la ya mencionada de las Cariátides -situada en el norte-, las cuales daban acceso a los lados del Este y del Sur. La septentrional disimulaba la escalera que bajaba ha dicho santuarios.

Monumentalidad y medida humana en síntesis inigualable

Finalmente, en el lado incompleto de los Propileos, se edificó en estilo jónico, hacia 420 a. C., el templete de Atenea Niké. La meseta en que están los monumentos de la Acrópolis se halla sostenida por fuertes muros de piedra, que a su vez se apoyan en rocas cortadas a pico, al pie de las cuales se extiende la ciudad. Así, pues, el Partenón es el elemento culminante de una serie de masas, ya ciegas, como las rocas y las paredes, ya con vanos y vivificadas por las vibraciones de luz y sombra que provocan las columnas de los pórticos. Semejante conjunto arquitectónico no tiene par, que se sepa, entre los que ha ejecutado el hombre en el transcurso de su historia, ni siquiera la moderna: la Acrópolis de Atenas manifiesta el placer de vivir que animaba al ciudadano ateniense y concilia la monumentalidad y la medida humana en síntesis inigualable.

[Fuente: VVAA (1978). El Partenón. En Maravillas del Saber. Consultor didáctico (Tomo II, pp. 107-109). Milán, Italia: Editrice Europea di Cultura]