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Kon-Tiki, la balsa de los dioses...

... tripulada por cinco locos al volante o, mejor dicho, al timón...

Expedición Kon-Tiki

Más allá del mar habrá un lugar... [Foto: Nasjonalbiblioteket from Norway, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons]

Desde luego, los tripulantes de esta famosa balsa no pretendieron recorrer itinerarios desconocidos, cruzar mares inexplorados o directamente desafiar a la Madre Naturaleza con rutas temerarias. Muy al contrario, Thor Heyerdahl y sus compañeros intentaron experimentar las posibilidades prácticas de algunas de sus teorías sobre migraciones transcontinentales de los pueblos primitivos, y para ello repitieron un viaje que suponían realizaron los primitivos habitantes del Perú siglos antes. La expedición de la balsa Kon-Tiki apuntaba, pues, a la resolución de un problema de etnología.

El noruego Thor Heyerdahl, que en 1937 terminó sus estudios universitarios en Oslo, tuvo ocasión de formar parte de una expedición científica a las Islas Marquesas, pequeño archipiélago de la Polinesia situado casi en el centro del Océano Pacífico. De aquel viaje surgió la intuición de una posible relación entre la antigua civilización peruana y la del Pacífico central, que él había tenido ocasión de investigar.

Se presentaba el problema de saber si era posible que unos audaces pero primitivos navegantes, mediante una o más oleadas migratorias, hubiesen podido cubrir las 4.300 millas -casi 8.000 kilómetros- de distancia que hay entre las costas orientales de América del Sur y las islas de la Polinesia. Heyerdahl creía encontrar una serie de indicios que confirmaban su hipótesis de que las islas del Pacífico hubiesen permanecido deshabitadas hasta tiempos relativamente modernos, es decir, hasta que, en dos migraciones, habidas hacia el año 500, la primera, y hacia el siglo XVI, la segunda, un pueblo procedente del Perú consiguió establecerse en ellas.

Cultivos, mitos y tradiciones comunes con agua y 8.000 kilómetros de por medio

Los indicios en cuestión eran de varios tipos, desde una extraordinaria semejanza en la técnica del cultivo de la batata hasta un conjunto de tradiciones y mitos comunes a los diversos núcleos de población de Polinesia. Había, en particular, una sorprendente semejanza entre el dios solar polinesio Kon-Tiki y el dios Viracocha, adorado por las poblaciones preincaicas del Perú.

Sin embargo, a tales esperanzadoras consideraciones se enfrentaba un hecho incuestionable: los antiguos peruanos se hallaban, en el aspecto tecnológico, en la Edad de Piedra. Poseían hachas de piedra y cuerdas de fibras entrelazadas, pero no clavos, hilos metálicos u otros objetos de hierro. ¿Cómo, con tan pobres elementos, habrían podido construir embarcaciones capaces de recorrer tan largas distancias?

Para saber hasta qué punto era válida su hipótesis, Heyerdahl estudió las embarcaciones de los antiguos habitantes del Perú, y decidió construir una reproducción de ellas para intentar alcanzar la Polinesia siguiendo la ruta que probablemente siguieron las primitivas migraciones. Después de obtener la aprobación de los gobiernos del Perú y Noruega, encontró cinco compañeros dispuestos, como él, a arriesgar su vida para demostrar que los indios no solamente pasaron a Asia a través del estrecho de Bering y las islas Aleutianas, sino que, al igual que los legendarios vikingos, fueron capaces de realizar navegaciones más largas y peligrosas.

Los compañeros de Heyerdahl fueron Hermann Watzinger, hábil técnico en construcciones navales, experto en hidrografía y meteorología, y que desempeñaría además el cargo de segundo de abordo; Erik Hesselberg, pintor; Knut Haugland y Torstein Raaby, que tuvieron a su cargo las comunicaciones por radio, y Bengt Danielsson, etnólogo en la Universidad de Uppsala. Todos eran noruegos, a excepción de Danielsson, sueco.

Madera de balsa, bambú, cáñamo, paja... y a la aventura

Para reproducir con la mayor fidelidad posible las condiciones en que actuaron los primitivos peruanos, Heyerdahl se adentró en las selvas del Perú en busca de los troncos necesarios para la construcción de una balsa típica. Pudo comprobar que la madera utilizada debía ser la de un árbol llamado precisamente balsa, madera muy porosa y ligera, y con nueve troncos de este árbol, de 70 cm. de diámetro, construyó una especie de plataforma. La cubierta de la balsa se elevaba 50 cm. sobre el nivel del agua; en la plataforma levantó una cabaña de bambú con techumbre de paja, y empotró dos mástiles que sostendrían sendas elementales velas cuadradas, en la mayor de las cuales pintó una imagen del dios Kon-Tiki. En resumen, estamos hablando de una rudimentaria pero eficaz embarcación de apenas 14 metros de largo por aproximadamente 6 de ancho.

Kon-Tiki Museo Naval Oslo
La Kon-Tiki en el Museo Naval de Oslo, Noruega. [Foto: Bahnfrend, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons]

En la construcción de la balsa no se empleó ningún elemento metálico, pues los diversos troncos que la componían estaban unidos entre sí mediante cuerdas de cáñamo. Un remo de seis metros de longitud, montado sobre adecuados soportes a popa, aseguraba la dirección de la balsa. Las únicas concesiones a la civilización moderna fueron los aparatos de radio -con los que los navegantes estuvieron en contacto permanente con diversos radioaficionados, que a su vez se encargaron de retransmitir a la estación meteorológica de Washington los datos más importantes-, un bote de goma, una pequeña lámpara de parafina y un fogón de petróleo, además de 73 libros de Etnología que Danielsson cargó en la nave.

A pesar de la inicial desconfianza de los expertos, la Kon-Tiki se comportó magníficamente: las cuerdas, que al principio cedieron y se aflojaron, en contacto con el agua acabaron por hincharse y ponerse tersas, con lo que la superficie de la balsa ganó estabilidad; la superficie plana de la embarcación impidió que ésta pudiese llenarse de agua en el curso de algún temporal; la nave era suficientemente corta para poder escapar fácilmente del embate de dos olas consecutivas, y en conjunto la Kon-Tiki demostró tener muy buenas condiciones marineras. En cuanto a la madera de balsa, no se impregnó totalmente de agua, evitando el riesgo de hundirse; en cambio, gracias a su suavidad, tampoco desgastó las cuerdas que unían los troncos, y éstas acabaron por penetrar en ellos y formar así una unidad que aseguró la solidez de la embarcación.

Algas, plancton, peces y... percebes

En cuanto al problema de los víveres, fue favorablemente solucionado, pues las reservas, almacenadas bajo el puente de bambú, se conservaron perfectamente. La dieta se completó con abundancia de algas y cirrípedos comestibles que crecieron en la obra viva de la propia balsa, y además el mar ofreció abundancia de plancton, diversos crustáceos, pececillos, calamares, atunes, peces voladores e incluso escualos.

El agua, conservada en calabazas vaciadas y en cañas de bambú a las que, según la costumbre peruana, se había agujereado los diafragmas intermedios, duró dos meses. Hubo, además, abundantes lluvias, y con la adición de 20 a 40% de agua de mar se pudo obtener una bebida que apagaba extraordinariamente la sed. Por lo demás, no es exagerado suponer que con toda probabilidad los antiguos peruanos, como cuentan las leyendas polinésicas, se tonificaron durante la travesía masticando hojas de coca.

Documental 'Kon-Tiki' (1951), galardonado con un Oscar al mejor largometraje documental.

Arrastrada por un remolcador hasta la embocadura del puerto del Callao, la balsa inició su singladura el 28 de abril de 1947. Los comienzos no fueron fáciles a causa de la violenta corriente de Humboldt. Pero después, habiendo penetrado ya en la zona de los vientos alisios, la situación se normalizó y el viaje prosiguió con cierta regularidad, a excepción de los habituales percances en una travesía marítima. La Kon-Tiki recorría diariamente unas 42 millas -unos 70 km.-, pero en algunas ocasiones llego a cubrir en un día hasta 70 ó 72 millas -sobre 110 km.-.

Escualos de 13 metros y fuertes tempestades como compañía

En conjunto, y a pesar de las previsiones menos optimistas, fue un viaje relativamente tranquilo, aunque no carente de aventuras. En varias ocasiones, en torno a la aparentemente frágil embarcación aparecieron amenazadores escualos de hasta 13 metros de longitud, y también alguna ballena. Los navegantes tuvieron que capear dos fuertes tempestades, en la segunda de las cuales Watzinger tuvo la desgracia de caer al agua; gracias a la presteza de Haugland, que se aseguró con una cuerda unida a la Kon-Tiki y se lanzó rápidamente al agua, el náufrago puedo ser rescatado.

A los tres meses fue superado el atolón de Pakapuka, y a los 97 días de navegación la Kon-Tiki pasó próxima a la isla de Angatau; los indígenas salieron con sus barcas al encuentro de la balsa, e intentaron remolcarla, pero está, dominada por la corriente marina y los vientos, no pudo apartarse de su rumbo; los indígenas abandonaron entonces la empresa y al cabo de pocas horas la isla se perdió en el horizonte.

Ruta Kon-Tiki

Finalmente, el 7 de agosto y tras un viaje de 107 días, los navegantes pudieron desembarcar en el atolón de Raroia: fue el momento más dramático y peligroso del viaje, pues la pequeña isla está rodeada de peligrosos arrecifes coralinos, contra los que se abatían peligrosamente las olas. La Kon-Tiki chocó varias veces contra aquellos, y sufrió algunos desperfectos, pero finalmente sus tripulantes consiguieron dirigirla hacia aguas más tranquilas.

Los habitantes de la isla acogieron hospitalariamente a los expedicionarios, y Heyerdahl procedió a plantear diversas nueces de coco que había traído desde el Perú; las semillas germinaron normalmente. Se salvaron asimismo los aparatos de radio, y tras una pequeña reparación de los mismos, se pudo entrar rápidamente en contacto con Tahití; una goleta francesa, la Tamara, rescató a los náufragos.

En líneas generales, la expedición había alcanzado plenamente sus objetivos, aunque muchos científicos no la considerasen una prueba suficiente de las hipótesis de Heyerdahl. El viaje de la Kon-Tiki sí había demostrado al menos que era posible la travesía del Pacífico con una embarcación de este tipo, erigiéndose en una hermosa empresa.

La balsa fue trasladada a Noruega y está actualmente expuesta en el Museo Naval de Oslo.

 

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[Fuente: VVAA (1978). La Kon-Tiki. En Maravillas del Saber. Consultor didáctico (Tom0 III, pp. 70-22). Milán, Italia: Editrice Europea di Cultura]