Enciclopedia » Hitos y Gestas » El vuelo de Lindbergh

El vuelo de Lindbergh

Charles Lindbergh junto a su avión, el Espíritu de San Luis

Lo has conseguido, brindemos con champán... [Foto: Unknown authorUnknown author, Public domain, via Wikimedia Commons]

La era moderna de la aviación se inicia el 21 de mayo de 1927, día en que un joven piloto estadounidense, Charles August Lindbergh -Lucky Lindy-, llevó a feliz término la primera travesía aérea Nueva York-París. Lindbergh no era, desde luego, el primer aviador que había cruzado el Atlántico, ni tampoco el primero que había cubierto grandes distancias; pero las tentativas de los raids aéreos que se sucedieron hasta 1925 habían tenido carácter preferentemente pionero, en cierta manera artesano. Fue gracias al vuelo de Lindbergh y a las expediciones al Ártico dirigidas en 1926 por Amundsen-Nobile y en 1928 por Nobile cuando el programa de la explotación de los medios aeronáuticos a escala industrial y como medio práctico de transporte se planteó resueltamente ya en términos utilitarios. Y gracias a la valentía de los pilotos y a los esfuerzos de técnicos y científicos, no sólo quedaron demostradas las posibilidades del avión como medio popular de comunicaciones, sino que además fue resuelta a su favor la controversia que lo enfrentaba el dirigible. A la demostración de las grandes posibilidades que podían esperarse en el avión va ligado de modo indiscutible el nombre de Lindbergh.

Primer vuelo en un avión de 500 dólares

Nacido en Detroit el 4 de febrero de 1902 -su padre representó a Minnesota en el Congreso entre 1907 y 1917-, Lindbergh comenzó a interesarse por la aviación cuando era todavía estudiante, participando en un curso para pilotos que se celebraba en Lincoln (Nebraska); al cumplir los 21 años realizó su primer vuelo en un avión que le había costado 500 dólares.

Su vida es, por otra parte, sencilla y clara. Eligió el camino de la aviación, y a ella se entregó plenamente, interesándose por igual en sus diversos aspectos; como piloto que experimentaba personalmente los aparatos, como técnico, como organizador y también como propagandista del nuevo medio de transporte. Perfectamente identificado con el modo de vida estadounidense, entre sus muchos méritos de esta el haber sido de los primeros en intuir la importancia que para su país representaba la conquista del espacio: la definitiva superación del aislamiento geográfico, el aumento de los contactos con otros países, la consecución del lugar que le correspondía como país de indiscutible importancia en el mundo.

En 1924 ingresó como cadete en las recién creadas Fuerzas Aéreas, y un año después obtuvo el grado de teniente; pero prefirió volver a la vida civil, y entró en el servicio aéreo postal de la línea Chicago-San Luis. Fue entonces cuando Lindbergh inició sus contactos con el mundo complejo, opulento, brillante y también libre de prejuicios de los promotores y grandes industriales; se convirtió en símbolo del estadounidense, sencillo, valiente, dispuesto siempre arriesgarse, pero destinado finalmente a conquistar el éxito, una posición segura en la sociedad.

En 1919 Raymond Orteig, poderoso propietario de hoteles de Nueva York, había ofrecido un premio de 25.000 dólares al primero que realizarse sin escalas el vuelo Nueva York-París. Por su pasión y ambición, pero también por su deseo de ganar dinero, Lindbergh se sentía tentado a la empresa; valiéndose del apoyo de influyentes ciudadanos de San Luis pudo, encargar en la empresa de Claude Ryan, en la misma ciudad, un monoplano construido según la más moderna técnica de la época por un coste de 10.580 dólares.

5.800 kilómetros en 33 horas y media

Gracias a la calidad del avión y a la habilidad de Lindbergh, el viaje pudo realizarse felizmente. Diez días antes, además, él había puesto a prueba sus propias fuerzas y la resistencia del aparato al batir la marca en el enlace también sin escalas entre las dos costas de los Estados Unidos: en 21 horas y 20 minutos viajó desde San Diego, en California, hasta Long Island, junto a Nueva York. Era este un excelente prólogo para el otro éxito, más importante todavía, que le esperaba. El vuelo, cuidadosamente preparado, se cumplió felizmente: el Águila Solitaria, nombre con el que se conoce al Lindbergh, a bordo del Spirit of St. Louis (llamado así en honor de la ciudad que tanto le había ayudado), partió del aeródromo Roosevelt, en Nueva York, en la madrugada del 20 de mayo de 1927, y llegó el aeropuerto de Le Bourget, cerca de París, un día después, tras haber cubierto una distancia de 5.800 kilómetros en 33 horas y media. Una multitud de 100.000 personas recibió triunfalmente al piloto, que había sabido unir a una excepcional resistencia física, una considerable dosis de audacia y una notable pericia técnica, cualidades que le habían permitido superar el peligro de los vientos y del cansancio.

Spirit of St. Louis/Espíritu de San Luis/Lindbergh
El Spirit of St. Louis en el Museo del Aire y el Espacio en Washington. Da verdadero vértigo el mero hecho de pensar que alguien pudo sobrevolar el Atlántico a bordo de este aeroplano de un solo motor... [Foto: Ad Meskens, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons]

Con su triunfal llegada a la capital de Francia, Lindbergh se transforma en poco tiempo en un héroe popular y también en un instrumento de relaciones públicas a nivel tanto nacional como internacional. Tras haber sido durante una semana huésped del embajador de los Estados Unidos en París, realizó un viaje a Bruselas y Londres. Regresó a su patria por mar, y fue recibido por el presidente Calvin Coolidge, que le concedió la graduación de coronel de complemento. Después la fundación Guggenheim para el progreso de la aeronáutica le organizó una gira, siempre con su avión, en el curso de la cual recorrió 75 ciudades de los Estados Unidos. Siguiendo el ejemplo del Spirit of St. Louis, eco tangible del clamor que levantó la empresa, se crearon líneas de comunicaciones aéreas, se construyeron aeropuertos y se abrieron centros de adiestramiento para pilotos: había empezado la era de la aviación como medio de transporte al alcance de todos.

Fama, dinero... y tragedia

El sentido del vuelo de Lindbergh, o mejor todavía, la amplitud de los intereses en que él se encontró inmerso resultan evidentes al considerar que el New York Times se comprometió a pagar a Lindbergh la suma de 250.000 dólares por la narración de su travesía. Cómo «embajador de buena voluntad», y también en calidad de propagandista de la aviación y promotor del establecimiento de servicios aéreos permanentes, Lindbergh realizó, a finales del año 1927, un viaje de Washington hasta la ciudad de México en 27 horas y 15 minutos, una gira a través de varios países de Latinoamérica y, finalmente, en 15 horas y 35 minutos enlazó La Habana con San Luis.

En 1929 se casó con Anne Spencer Morrow, escritora y ensayista, y también entusiasta de la aviación; realizó con ella diversas misiones: en 1930 el matrimonio Lindbergh batió una nueva marca transcontinental, y al año siguiente efectuaron una larga travesía a Oriente. Entre tanto, Lindbergh había entrado en relación con la gran compañía Pan American World Airways, para la que trabajó en calidad de consejero técnico y como experimentador de las rutas aéreas hacia América del Sur y el Pacífico.

En la cima de su popularidad fue herido por la tragedia del rapto de su hijo Charles August, que fue después encontrado muerto. Este delito causó enorme impresión en todo el mundo, y el Congreso de los Estados Unidos votó la ley Lindbergh, que aumentaba la cuantía de las penas previstas para el delito de rapto.

Después de este horrible crimen, y para escapar de una publicidad que para ellos resultaba penosa, el matrimonio Lindbergh se trasladó por cierto tiempo Europa, y en 1939 visitó detenidamente la Alemania nazi. Este retiro relativo contribuyó a que la real figura de Lindbergh se esfumase más todavía en las brumas de la leyenda. En realidad, y gracias a su experiencia técnica, permaneció constantemente en contacto con la gran industria aeronáutica, y continúo prestando sus servicios incluso a las más altas jerarquías de la aviación militar (United States Corps y National Advisory Committee for Aeronautics).

Contra la intervención de su país en la II GM

En este aspecto la personalidad de Lindbergh –que ya no era el simpático muchacho de los años 20- reveló nuevas facetas. Fue, con ocasión de la II Guerra Mundial, un decidido defensor de la neutralidad de su país, se opuso a la ley de Préstamo y Arriendo para los países que estaban en guerra con las potencias del Eje, y acabó por ser duramente criticado por el presidente Franklin Delano Roosevelt, por lo que debió renunciar a todas sus ocupaciones de carácter militar. Pero poco tiempo después desarrolló en el frente del Pacífico una importante actividad, especialmente para estudiar el comportamiento, en operaciones bélicas, del avión P.38; en el transcurso de esta operación realizó más de 50 misiones.

Lindbergh ha continuado acumulando premios y siendo de los primeros en su clase: en 1949 ganó el trofeo en memoria de los hermanos Wright por los grandes servicios prestados a la aviación estadounidense; en 1953 recibió la medalla Daniel Guggenheim por ser uno de los más importantes pioneros de la navegación aérea; y en 1954 obtuvo el Premio Pulitzer por su autobiografía The Spirit of St. Louis. Pero el frescor y la gallardía, la sinceridad auténtica de su primera aventura, son ya solamente hechos de un pasado cada vez más remoto.

Probablemente Lindbergh haya sido objeto de tributos musicales, pero seguro que ninguno como éste que Ilegales le rindió en 1984.

| Escuchar Podcast |

[Fuente: VVAA (1978). El vuelo de Lindbergh. En Maravillas del Saber. Consultor didáctico (Tomo III, pp. 62-64). Milano, Italia: Editrice Europea di Cultura]