La isla producía mucho más de lo necesario para el empleo cotidiano. Se destacaba el metal duro y fusible, extraído de las minas, que ahora se conoce sólo de nombre; pero entonces había muchos yacimientos en la isla; hablo del oricalco, el metal de mayor precio, salvo el oro. Daba en abundancia la madera que requerían los carpinteros; y había en ella numerosos animales, domésticos y silvestres. Se criaban, además, manadas de elefantes, puesto que la fertilidad sustentaba no sólo a las bestias de las marismas, lagos y ríos, montes y llanos, sino también al elefante, que es por su gran naturaleza el más voraz de todos». ¿Quién escribió la anterior descripción y qué era lo descrito? El autor fue el celebre filósofo Platón (427?-347 a. C.), y el lugar descrito de forma tan atractiva, el maravilloso país/imperio de la Atlántida. Los diálogos platónicos de Timeo y Critias son el punto de partida más definido del mito de la Atlántida. En el relato de Platón se presenta una civilización espléndida, que se hundió en el océano a consecuencia de una catástrofe, con la isla que la sustentaba.
El País de las Columnas
El nombre de Atlántida se deriva del de Atlas. Se llamaba también el País de las Columnas. Su existencia es tan enigmática como la del continente de Gondwana, la Tierra de MU o el subcontinente de Lemuria. No obstante, tras estudios científicos y pseudocientíficos, la publicación de varios millares de obras sobre ella y las investigaciones y comunicaciones presentadas en muchos congresos reunidos para aclarar el enigma, va adquiriendo visos de realidad el hecho de su existencia histórica o por lo menos geológica, aunque haya que prescindir de los detalles míticos y de las leyendas que rodean a la misteriosa región. Una vez se haya probado que hubo una Atlántida, una vez se haya demostrado que no se trata de una quimera, se podrán examinar y analizar sobre base más firme los restantes elementos acumulados por la tradición, el folklore y la imaginación humana desde tiempo inmemorial.
La mayoría de los escritores antiguos, con Aristóteles al frente -Estrabón, Plinio el Viejo, Plutarco, entre otros-, o no mencionan la Atlántida, o la consideran un mito o una alegoría filosófica utilizada para presentar el Estado ideal.
Cinco anillos de tierra y agua
Según Platón, la Atlántida fue concedida a Poseidón. Vivía en ella Cleto, hija de dos seres terrestres, y de ella se enamoró el dios, que construyó, para albergar a su amada, un palacio en la isla con dos manantiales, uno caliente y otro frío, y lo rodeó de cinco anillos, dos de tierra y tres de agua. Cleto tuvo de él cinco pares de gemelos, y llamó Atlas al mayor. Poseidón distribuyó la isla en una confederación de reinos, al frente de cada uno de los cuales puso a un hijo, y Atlas tuvo el imperio sobre todos.
Los descendientes del emperador eligieron la ciudad de Atlantis en la costa meridional, y con canales y puentes enlazaron los círculos de tierra y agua, y alzaron murallas de piedra blanca, negra y roja, y las revistieron de bronce y estaño. La que rodeaba la acrópolis se forró de oricalco. El palacio real tenía un rico templo consagrado a Cleto y Poseidón, y en él se engendraron y nacieron las diez estirpes soberanas.
Tragada por el océano en un día y una noche
Desde la isla, cuya superficie equivalía a la del norte de África y Anatolia, podía irse a cualquier parte del mundo entonces conocido. El imperio de la confederación iba desde Libia a Egipto y a la parte central de la península itálica. Pretendió dominar Atenas y Egipto, y todo el territorio limitado por los Estrechos; pero los helenos resistieron.
¿En la desembocadura del Guadalquivir?
Una de las cuestiones más importantes es la de dónde estuvo situado el imperio perdido en el cataclismo. La hipótesis ordinariamente más admitida asegura que ocupó gran parte del Atlántico, en la Era Cuaternaria, y que las Islas Canarias y las Azores son vestigio de ella. Está opinión no parece errónea desde el punto de vista geológico, pues al tender un cable submarino en 1898 se comprobó la presencia, a cerca de un millar de kilómetros al norte de las Azores, de estructuras cristalinas cuya formación era sólo posible en tierra firme; a ello se agregó el descubrimiento posterior de que el fondo marino se había elevado en ciertos lugares hasta los cuatro kilómetros. Ello explicaría una serie de coincidencias antropológicas (semejanza de cráneo), lingüísticas, arquitectónicas (pirámides en México y Egipto), etc. Algunos la localizan en la desembocadura del Guadalquivir y la identifican con Tartessos. Otros la sitúan en el Sáhara e incluso en el golfo del Senegal (Nigeria); otros, en Creta, en el mar de Azof, en Malta, en Escandinavia, etc., y para ello esgrimen argumentos e indicios de validez y lógica más o menos discutibles, como, por ejemplo, atribuir el portento del paso del Mar Rojo por los hebreos al cataclismo que produjo la desaparición de la Atlántida, situada, a juicio del autor de la hipótesis, en Trípoli y Túnez; es decir, la catástrofe motivó una tempestad que separó las aguas y permitió el tránsito de los israelitas a pie.
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[Fuente: VVAA (1978). La Atlántida. En Maravillas del Saber. Consultor Didáctico (Tomo III, pp. 114-115). Milán, Italia: Editrice Europea di Cultura]