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Levántate y piensa

[LPDS/Wombo Art]

 

No penséis que he venido para traer paz a la tierra;
no he venido para traer paz, sino espada.
Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre,
a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra.
Y los enemigos del hombre serán los de su casa.
Mateo, 10:34-36

Entre las intervenciones en público del que fuera profesor y político español, Julio Anguita, hay una que especialmente ha sido difundida, siendo alguno de sus fragmentos utilizado incluso en alguna canción. Corría el año 1999 cuando el que fuera secretario general del Partido Comunista de España (PCE) y coordinador general de Izquierda Unida (IU) pronunciaba en la localidad extremeña de Cáceres, y estando entre los presentes el por aquel entonces reciente Premio Nobel de Literatura, José Saramago, un discurso de apenas media hora que merece la pena ver y escuchar en su integridad, si bien el siguiente extracto es el que mayor popularidad ha alcanzado:

Movilizar ha sido concienciar. Nosotros existimos -los que queremos pensar por nuestra cuenta- para perturbar a los demás. (...) Una de las cosas que figura en el Evangelio es cuando le preguntan a Jesús de Galilea:

— ¿Tú a que has venido aquí? ¿A traer la paz?

— Yo no. He venido a traer la guerra.

¿Y qué quería decir? He venido a concienciar, a perturbar. Nosotros no queremos gente tranquila, drogada; queremos gente que inquiete, venimos a perturbar, a agitar cerebros, a mover conciencias. Existimos en la medida que movilizamos el pensamiento.

Como decían en aquella iglesia del barrio El Naranjo de Córdoba: Levántate y piensa. Es lo más revolucionario que he visto en mi vida; porque la rebeldía empieza aquí, en la cabeza, que dice: no sirvo, no me da la gana, no quiero asumir estos valores. Movilización que significa, por tanto, ese esfuerzo por pensar y por hacer pensar.

 

En ese mismo discurso hay también unas demoledoras manifestaciones que hoy más que nunca no pueden estar más de actualidad y acordes con los tiempos que vivimos:

Es perfecto el dominio del poder. Un dominio del poder que ya no se basa en la fuerza, en la coacción (...). Se basa en un dominio mucho más terrible, más duro: el dominio de la mente.​

Tampoco tienen desperdicio sus palabras recogidas en el libro del que es coautor junto a Juan Andrade, Atraco a la memoria: recorrido histórico por la vida de Julio Anguita:

Desprecio con todas mis fuerzas esa expresión con la que muchas veces te reciben los que van a escucharte: «¡Dales caña!». Esa sustitución de la oratoria por un sucedáneo del circo romano es una contribución a la degradación de la política y la razón. En el fondo esa actitud de quienes se dirigen a las masas para inflamarlas sin darle argumentos es una manera como otra cualquiera de despreciarlas. Esa es una de las razones que explican las palabras con las que suelo empezar mis exposiciones: «No vengo a pedir sus aplausos sino su atención, quiero dirigirme a sus mentes».

 

Se podrá estar más o menos de acuerdo o totalmente en contra de sus ideas y opiniones, pero la política española de las últimas cuatro décadas no se ha caracterizado precisamente por contar con personas como Anguita, que la han ejercido con integridad y fidelidad a sus principios. Condiciones que paradógicamente lo convirtieron, al igual que quien toma esa camino no sólo en la política sino en la vida, en una rara avis, etiqueta que los mantenedores del sistema diligentemente otorgan a quienes osan desenmascararlo.