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Cara a Cara con John Travolta...

... en un día grease.

John Travolta La Píldora del Saber

"No quiero crear polémica; tan sólo tengo mi opinión sobre las cosas, y no hay nada de malo en manifestarla cuando te la preguntan". (J. Travolta). [Imagen: LPDS/Wombo Art]

Acababa de llegar a la estación de servicio con el objetivo de llenar el depósito de mi viejo Mini Morris de 1970. Mientras desenroscaba la tapa del tanque, a través de mis gafas de sol puede ver como en el surtidor de al lado, un tipo en bañador, T-shirt blanca de algodón bajo una camisa hawaiana desabotonada, y chanclas de andar por casa, se disponía a descolgar la manguera para dar de beber a un clásico Ford Thunderbird azul de 1955. Al girarse, de camino hacia su joya de cuatro ruedas, me percaté de que su rostro no sólo me era familiar, sino extremadamente conocido. Tenía a escasos cinco metros de mí a todo un Travolta surtiendo de combustible a aquella belleza rodante. Y, efectivamente, no se trataba de un Travolta cualquiera, sino de John Travolta. Instintivamente, solté el gatillo de la manguera y, como una exhalación, abordé al otrora auténtico sex symbol de adolescentes -y no tan adolescentes- en las postrimerías de la década de 1970. Había que iniciar la conversación como fuera, y qué mejor que recurrir al tópico del tiempo atmosférico para romper el hielo.

—Eh, John, ¿un día grease hoy, no te parece?
— Espero que no acabe lloviendo y se me eche a perder el tupé... con la de brillantina que le he echado... casi una hora frente al espejo...
— Oye, ahora que no nos escucha nadie, y aunque es la primera vez en la vida que coincidimos, dime... ¿te ponía mucho Olivia cuando rodasteis juntos ese exitoso musical de hace unas cuatro décadas?
— La verdad que, si te fijas, casi toda la película la tía parecía una monja, muy recatada ella, y claro... yo lo que tenía era ganas de catar... -risas-. Ahora, eso sí, el director me reservaba una sorpresa para la escena final. Cuando vi a ese pibón encuerado de negro, mules rojos de tacón alto, su rubia melena al viento, cigarrillo en boca y cara de niña traviesa... tragué más saliva que en esos instantes cuando, en la antigua Roma, el gladiador derrotado no sabía si finalmente el pulgar del emperador quedaría hacia arriba o hacia abajo...
— Eso sí que eran manzanas, ¿eh John?
— ¿Cómo?
— Las de la Newton, me refiero, no como las que le cayeron al otro Newton en la cabeza cuando estaba sentado bajo un árbol...
— Ya te digo...
— Por cierto, tú te llamas John, y ella se apellida Newton-John, ¿curioso, no?
— No lo sé, lo que sí te puedo asegurar es que esta Olivia nada tiene que ver con la de Popeye...
— ¿El Marino?
— No, Gene Hackman, el detective...
— Ah, vale... Oye, ¿y qué me dices de aquellos sábados noche locos, de juergas interminables, bailando hasta el amanecer? ¿Mucha fiebre?
Joer, cogíamos unos resfriados del copón. Claro, yo en los rodajes me metía unas sudadas bailando que ni te imaginas; después, cuando el director revisaba la toma para ver qué tal había ido, lo cual llevaba su tiempo, yo me enfriaba... y ya te puedes imaginar cuando había que repetir una escena de baile una y mil veces... sudaba, me enfriaba, sudaba, me enfriaba... y acababa cogiendo unas gripes del carajo que me tenían con fiebre, no ya sólo el sábado noche, sino toda la semana... tremendo...
— Oye, y en aquella época lo de marcar paquete no era algo metafórico, sino que literalmente formaba parte del momento y, a buen seguro, que también estaba en el guión, ¿verdad?
— Recuerdo que durante todo el rodaje tuve que soportar, sí, soportar, unos tejanos de entre dos y tres tallas menos de la que solía llevar entonces. Así que ya te puedes imaginar; tuvieses más o menos paquete, ahí se marcaba hasta el logotipo de los calzoncillos. Ahí sí que acababas todos los días, y perdón por la expresión, con dolor de güevos... y no precisamente porque anduviera necesitado... como puedes imaginar, en aquel momento de mi vida... las tenía a pululu, que decían antes...
— Y después de estar tan alive, de repente, vino ahí un apagón... y casi que desapareces del mapa hasta que Tarantino te devuelve al estrellato...
— Sé que suena a tópico, pero la vida es como una montaña rusa, o como una ruleta rusa, pero nunca como la ensaladilla rusa...
— ¿Qué te pasa a ti con tanta rusa? ¿Acaso alguna vez tú y Rene Russo... eh granuja..?
— No, ahora en serio. Quería decir que en el cine como en la vida, hoy estás en la cima y mañana a varios metros bajo tierra...
— Coño, que se lo digan a Ryan Reynolds en Buried...
— Pues en cierta manera yo estuve un período de mi carrera como enterrado, sin ver la luz... hasta que un buen día me veo ahí, aunque fondón, bailando con Uma Thurman en calcetines y haciendo ese movimiento pasando los dedos índice y el corazón en forma de uve y en horizontal por delante de los ojos, que acabó atrapando a la audiencia... un verdadero exitazo de taquilla... Quentin, para celebrarlo, nos invitó a todos a unas tapas de pulp-o, y aunque te parezca ficción lo que te estoy contando, desde luego que no lo es; pulpo de verdad, á feira, con cachelos y un albariño que, no sé cómo lo hizo, pero logró agenciarse el señor Lobo, ya sabes, el que solucionaba problemas... todo tipo de problemas, desde limpiar la tapicería de un coche con sesos desparramados hasta conseguir una botella del mejor albariño... un monstruo...
— Y a partir de ahí, ya todo fue éxito tras éxito... me viene a la memoria esa otra película que protagonizas junto a Nicholas Cage, esa en la que él acaba siendo tú y tú acabas siendo él, en la que él, cuando se hace pasar por ti, se acaba metiendo en la cama con tu mujer, que piensa que eres tú, pero que en realidad es él pero con tu cara... joer, menudo lío, ¿no?
— Y tanto... Recuerdo cuando ya estaban con el montaje final, editando los créditos, y alguien se dio cuenta de un pequeño detalle. Y es que habían puesto: Starring by Nicholas Travolta and John Cage. Así, como te lo digo.
— Tremendo John, tremendo. Ah, por cierto, antes de que me olvide. Que sepas que en esta web apareces en un gif animado cuando utilizas el buscador y no se encuentra nada relacionado con los términos de búsqueda. Por ejemplo, si antes tecleabas 'Travolta' en el buscador, curiosamente no se listaba contenido alguno relacionado, pero en cambio tu gif ahí estaba. En cambio, a partir de ahora, si repetimos la operación, el gif ya no hará acto de presencia, pues esta entrada ocupará su lugar. Eso sí, para el resto de búsquedas no encontradas, ahí estará Vincent, sin saber qué hacer, sin saber a dónde ir...

El gatillo de las mangueras, tanto la suya como la mía -no seáis malpensados-, se había soltado hace tiempo, pero el hecho de no haber clientes en espera, nos había hecho olvidar por unos minutos el verdadero motivo de que estuviésemos allí.

— Ha sido un placer John. Gracias por tu paciencia y buen humor recordando parte de tu fructífera trayectoria. Te deseo lo mejor y que sigas cosechando éxitos, tanto si es haciendo de bueno como de malo, eres un actor muy versátil...
— Gracias por tus halagos. Verdaderamente versátiles son De Niro o Pacino... Por cierto, no me has dicho cómo te llamas...
— Vega, Daniel Vega, Dany para los amigos, Vega para los enemigos... y Vega Sicilia para las celebraciones. Pero puedes llamarme Tony, a tu manera, como prefieras.
— Ok, fenómeno, espero que en alguna otra ocasión nos encontremos cara a cara para echar combustible... pero a nuestros depósitos, sentados en la barra de un bar...
— Acompañados por la hija del general...
— Como tres corazones solitarios...

 

 

P.D. La historia de este relato es producto de la imaginación. Ese elemento indispensable en cualquier guión cinematográfico. Esa compañera inseparable en nuestras vidas.